El ser humano tiene la capacidad de asimilar desde muy
temprana edad diferentes tipos de enseñanzas verbales y ejemplos de vida, que
poco a poco van organizando en su mente bajo un proceso de acomodación, que
ayudan con el paso del tiempo a estructurar el carácter de la persona, un carácter
lleno de facultades que le permiten discernir entre lo bueno y lo malo, entre
lo que le conviene y lo que no, entre lo que le favorece y lo que no, entre lo
verdadero y lo falso, para edificar no solo estructura intelectual sino también
la espiritual, la volitiva y la axiológica.
Sin embargo, en cada persona estos procesos aunque siempre
van hacia un mismo fin todos son absolutamente diferentes, ya que la cultura y
el ambiente juega un papel definitivo en las enseñanzas que se transmiten de generación
en generación, que van delimitando no solo el tiempo de cada proceso sino también
los diferentes modos de adquirir conocimiento y aplicarlo en el diario vivir,
donde es específicamente que se tiene que experimentar el buen vivir, el arte
de vivir en relación con el otro con criterios claros de hermandad y de
reconocimiento del otro como aquel que me invita a ser y hacerme mejor cada día.
Por tanto, la ética, que es el arte del buen vivir según Fernando
Savater y etimológicamente nos refiere al carácter de una persona van ligados
en cuanto que un buen carácter conlleva a un excelente vivir. De esta manera,
es definitivamente importante reconocer que la ética juega un papel esencial en
la construcción de todo lo que el hombre hoy llama sociedad, porque es ella la
que regula, a través del carácter, todos y cada uno de los niveles del
comportamiento humano para garantizar relaciones sanas entre los seres humanos.
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